“LOS HIJOS DE AMELIA” DEL PORTUGUéS GABRIEL ABRANTES ¿HISTORIA DE HORROR?

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El horror no es un género asociado al cine de Portugal, quizá ésta sea una de las razones por las que Los hijos de Amelia (Amelia’s Children, Portugal, 2023) ha dado mucho que hablar pese a la dificultad de decidir si este trabajo del portugués Gabriel Abrantes, escrito, dirigido y hasta musicalizado, debe ser tomado en serio o no…

Pues si de espanto se trata, más bien provoca risa. Y si se toma en plan de farsa tal como la muy premiada Diamantino (2018), la cinta anterior que Abrantes dirigió a cuatro manos con Daniel Schmidt, que llevaba la comedia a un nivel de kitsch más absurdo que Almodóvar, Los hijos de Amelia parece que se toma demasiado en serio.

La recomendación fácil sería disfrutar la cinta de Abrantes como una simple historia de horror que mezcla lazos familiares, incesto, un par de sobresaltos, y juegos absurdos, pero no, los fanáticos del género protestarían. Es que la historia de un niño secuestrado en Portugal, como muestra la primera secuencia --que crece en Nueva York, recibe como regalo de su novia un aparato de lectura genética, descubre que tiene un hermano gemelo en Portugal, viaja a visitar a la familia, resulta que la madre es una especie de bruja plagada de cirugías estéticas que duerme con su hermano y luego los dos juntos--, es una fábula del absurdo, sin contar el baile en estado hipnótico con La chica de Ipanema.

El guion de Los hijos de Amelia es en sí mismo una broma, el espectador que la tome como tal podrá disfrutarla, asustarse, menos de los sobresaltos que de la madre decrépita, devoradora e incestuosa, protagonizada por Anabela Moreira (El último baño); para su protagonista, Edward, un músico neoyorquino, Abrantes escoge de nuevo a Carloto Cotta, a quien hizo famoso con Diamantino y que aquí también actúa como Manuel, su hermano gemelo; el talento del actor fue diseñar personajes poco inteligentes, y hay que apreciar que con este par de gemelos Cotta articula a dos mentecatos con matices diferentes pero que resuenan entre sí.

El coraje y la inteligencia están de lado de Ryley (Brigitte Lundy-Paine), la novia enfermera que le regala a Edward ese aparatito de ciencia ficción que, con meter el dedo, en un instante es capaz de leer el ADN; en Los hijos Amelia, las mujeres están a cargo y rompen con el estereotipo de las películas de horror de víctimas torturadas, metáforas visuales que sugieren sadismo y actos de violación, del cine de horror.

Hasta hace poco, la carrera de Gabriel Abrantes (1984) se había mantenido en el nivel del artista de filmes independientes, preocupados por cuestionar el lenguaje cinematográfico, y abordar temas sobre género e identidad, elaborados todos para exhibirse en museos y galerías (no cualquiera, Tate Galery en Londres, la Bienal de Venecia, y otras) o premiado muy joven con el Oso de Oro en Berlín por un corto Historia de respeto mutuo. En la línea de artistas y realizadores que cada vez más --o cada vez mejor-- se apropian de los géneros codificados por Hollywood y que logran emplearlos de manera metafórica.

De acuerdo a ese contexto, es posible decir que, desde el guion mismo, Los hijos de Amelia es toda una broma, sospechosamente muy personal, entretenida pero con pocas claves de interpretación. ¿Son estos gemelos expresión de la disociación de Abrantes, músico también como su personaje, que vive entre Lisboa y todo Portugal, o en la truculencia de Amelia y sus hijos, donde resuenan problemas de historia familiar, o simplemente el gusto de provocar sobresaltos? ¿O fuera mera intención, como declara en una entrevista, de imitar a David Lynch en Mulholland Drive, con ese brinco que provoca, quizá el más grande, simple e inolvidable de la historia del cine?

2024-04-28T03:35:47Z dg43tfdfdgfd