ALEJANDRO AíSA: "EL CINE ME ATRAíA MUCHO Y QUISE SER MáS QUE UN SIMPLE ESPECTADOR"

Alejandro Aísa (Zaragoza, 1993) es periodista de Aragón TV y es un enamorado del cine. Este año, junto a Carmen Pemán, se estrena como codirector del Festival de Cine de La Almunia, una cita que ha marcado su vida, desde que era un crío.

¿De dónde viene su pasión por el cine? Hace unos días un vecino suyo me decía: “Ya desde niño andaba cieguico por el cine, las películas, los actores”.

Si echo la vista atrás, pienso que mi pasión por el cine es consecuencia de mi pasión de crío por participar, por sentirme parte de algo. Fue con doce años cuando empecé a apuntarme a todo lo que había en el pueblo: la jota, los tambores, el paloteao, el club de lectura… Y también las entonces Jornadas de Cine. El que era entonces su director, José María Pemán, y su mujer Concha creo que supieron ver al instante mi inquietud, mi curiosidad, porque siendo tan crío siempre se esforzaron porque yo tuviera mi hueco en el grupo. Lo cierto es que me sentía muy cómodo entre gente mayor.

¿Entonces?

Mi pasión por el cine es consecuencia directa de entrar en la organización del festival. Me parecía fascinante que cada mayo esas caras tan conocidas en la pequeña y en la gran pantalla estuvieran en mi pueblo. He de reconocer también que el cine Salón Blanco ejercía y ejerce sobre mí una especie de hechizo. Me atraía todo lo que pasaba en su escenario y en el patio de butacas.

¿Le marcó alguien, tuvo maestros, o era un impulso que nació por generación espontánea?

El gusto por la imagen como relato viene de mis padres, de todas las veces que me llevaron al cine, de esas películas de Disney que veía en casa. Luego, hay dos impulsos, dos maestros fundamentales: el festival y José Mari Pemán que me llevan a la pasión y el respeto por el cine español y, más adelante, en la universidad, Kike Mora. Me arrolló su forma de inculcar, no solo la historia de cine, sino los mecanismos del relato. El poder de la imagen para construirnos como personas y como sociedad.

¿Qué le decía el Festival del Cine de La Almunia, qué vio en él?

Recuerdo que me llamaba la atención ver el pueblo empapelado con sus carteles y me encantaba la revista que mandaban. Mi madre colaboraba como comerciante y la teníamos en la tienda. Me visualizo pasando esas páginas una y otra vez con las fotografías de los famosos, los carteles de las películas… Recuerdo a mi madre y las dependientas de la tienda cerrar un poco antes un día porque Antonio Resines estaba en el cine. Había un todo que se me hacía atractivo. Estaba claro que en mi pueblo, en mayo, sucedía algo importante y hubo un momento en el que yo quise ser algo más que espectador. ¿Te cuento cómo di el paso de entrar en el festival?

A ver si es una bonita historia.

Era una tarde de entre semana de mayo de 2006, yo había comprado un cuaderno pequeño de hojas blancas (sin líneas ni cuadros) para que me firmaran las actrices aragonesas que ese día venían a participar en una mesa redonda (ese año la temática era ‘La condición femenina en el cine’). Entre ellas estaba Ana Gracia, que entonces participaba en la serie ‘Motivos personales’. ¡Me encantaba esa serie! No sé con cuántas horas de antelación me fui a esperar a la plaza de al lado del cine. Recuerdo esperar mucho rato. Cuando se acercó la hora, me puse en la puerta del cine. Estaba cerrada, pero Concha, la mujer de José María Pemán, estaba con más personas ya por dentro. Me vieron y me dijeron si quería ponerme en una mesa que había a la entrada para que la gente dejara la voluntad. Dije que sí. Sosteniendo la cesta, recuerdo que le pregunté: ¿Qué hace falta para entrar aquí? Y Concha me respondió: pues querer y firmar este papel (el de socio de la Asociación Florián Rey). Ese día disfruté mucho de esa mesa redonda. Ahí estaba yo, con mis doce años, sin nadie más. Yo y mi cuaderno. Cuando terminó el acto todo el mundo quería una foto con Alexandra Jiménez. Concha me llevó hasta Ana Gracia y le dijo: es el socio más joven de la asociación y solo quiere hacerse una foto contigo. Me encanta la idea de cerrar el círculo y este año se cierra uno que me parece muy bonito.

Lo dice porque esta semana le dan uno de los premios a Ana Gracia. ¿No?

Sí, sí. En mi primer año como codirector, un premio va a ser para Ana Gracia, la actriz que vemos en ‘Cuatro estrellas’, de Tamarite de Litera. Obviamente, por edad, me costaba un poco integrarme en según qué momentos del festival, pero a mí me daba igual. Me iba yo solo a los actos, no necesitaba a nadie.

Era el niño que coleccionaba autógrafos y fotos; se retrataba con todos. ¿Cómo son sus tesoros?

Autógrafos la verdad es que no tengo muchos. Fotos sí, pero son, sobre todo, de los primeros años. Por un lado, desde el festival siempre se ha respetado mucho el espacio de los invitados y, por otro, pronto empecé a encontrar mucho más valor al tiempo y el espacio compartido con esas personas más que a la instantánea. El festival me ha hecho una persona muy poco mitómana. En el pueblo tengo una caja donde guardo todo. Sobre todo los periódicos de esos días. Cuando empecé a llevar tareas de prensa estando ya en la universidad me hacía mucha ilusión verlo al día siguiente. El año de Gracia Querejeta, recuerdo levantarme el domingo, ver que éramos portada en Heraldo y echarme a llorar. Es mucho trabajo, esfuerzo e ilusión lo que ponemos en el festival, y cuando se ve recompensado es maravilloso.

¿Recuerda instantes, nombres, detalles, ¿quién fue paternal, cariñoso? ¿No era como un rarito algo pesado, ja ja ja?

Quiero pensar que no era pesado, pero que resultaba algo raro verme por ahí, seguro, ja ja ja. Yo dibujaba mucho por aquellos años y recuerdo la caricatura que le hice a Fernando Trueba, los retratos a María Valverde y Juan José Ballesta… La calle trasera del cine totalmente desbordada de gente para ver a Alexandra. La voz profunda de Pepe Sacristán, Carlos Saura que entró por teléfono en la gala de clausura en la que tenía que recoger el Florián Rey, pero no pudo asistir.

Más recuerdos: las carcajadas del público con el Gran Wyoming, que vino a acompañar a Fernando Trueba, pero tomó la palabra y se convirtió él en el protagonista; Joselito cantando a pleno pulmón en Ricla durante el homenaje al Maestro Monreal. En una ocasión tuve a una invitada de mi edad. Fue Nerea Camacho, que acaba de estrenar ‘Camino’, de Javier Fesser.

¿Algo más que le venga a la cabeza?

Cuando José Mari Pemán dejó la dirección del festival y le hicieron un homenaje durante una gala de clausura, un cortometrajista me vio tan emocionado que pensó que era su hijo. Se lo llegó a preguntar a una de las hijas de José Mari. Ya de adulto, me he sentido orgulloso de que los nombres de Pilar Palomero o Paula Ortiz, por ejemplo, ya me fueran conocidos por el festival de mi pueblo. No las conocí por sus largometrajes sino que para mí ya eran profesionales conocidas por sus cortometrajes.

También me decían que sí, que estaba en todo, que ayudaba, pero que lo más le gustaba era el micrófono, hacer teatro, presentar cosas. ¿Qué hay de eso?

Eso es así. Lo decía antes: el escenario de mi pueblo me hechizó desde niño. Crecí viendo fotos y vídeos de mi madre haciendo teatro allí y luego en el teatro del colegio Salesiano. Me fascinaba escuchar las carcajadas y los aplausos del público, lograr esa comunión entre la escena y la butaca, y todo lo que se cocinaba entre bambalinas. De ella me viene esa corriente más teatral y luego esa parte más de presentador/comunicador es de las galas del festival y otros actos que veía en el pueblo. Soñaba con ser esa pieza que unía al público con lo que fuera que ocurría en el escenario. Posiblemente es uno de los motivos por los que soy periodista.

Presentó las galas de Fescila varios años. ¿Cómo dio el paso, cómo se atrevió, cómo se había formado para ello?

Formación, cero. Lo que hice fue poner en práctica lo que había observado en otras personas y, entiendo, que todo aquello que yo traía de serie. La oportunidad surgió cuando Carmen Pemán y Raquel Viejo, quien hasta entonces presentaba las galas de inauguración, tomaron las riendas del festival. Ahí empezaron a contar conmigo. Pienso que me atreví porque sentía que nadie dudaba, todo era fe ciega; y algo dentro de mí me decía que podía hacerlo, que podía disfrutar. Y lo cierto es que he disfrutado muchísimo. No hay explicación para la sensación de conexión con el público.

¿Es actor, locutor o cinéfilo, qué predomina más en Alejandro Aísa? Le hemos visto en otros festivales. En una ocasión recitó de memoria todos los títulos de Luis Buñuel...

Cinéfilo y locutor. Amante y defensor del cine español, aunque no puedo ver todo el que querría. Y locutor… Es que disfruto mucho jugando con la voz y la imagen. Cuando das con la combinación perfecta de palabras e imágenes para crear un mensaje que tiene que caber en una noticia de poco más de un minuto… Eso me genera mucha satisfacción personal. Me siento realizado.

Ahora que acaba de entrar en la treintena, que hace sus piezas a lo Carlos del Amor en Aragón TV, ¿cómo ve su evolución, su afición a las películas y al mundo de la cultura?

Considero que ha sido algo bastante natural. Entré en la redacción de informativos con 22 años entonces mis aficiones y mi yo periodista han crecido a la vez, y han encontrado en ese formato de noticia un punto en común en el que confluyen. Me gusta el cine, la lectura y escribir; creo en el poder de la palabra y la imagen, y tengo el privilegio de poder usarlas para contar cosas. Insisto en el periodo universitario. Las lecciones de 'Historia del Cine' de Kike Mora me brindaron una nueva forma de ver el mundo, de entender el papel de la cultura en la sociedad y comprender hasta qué punto estamos hechos de historias.

¿Qué significa para usted ser codirector de Fescila?

Una ilusión, una motivación personal y profesional tremenda. Una sorpresa, porque ha sido algo bastante inesperado, y también lo siento como una gran responsabilidad. Hasta ahora siempre he formado parte de, pero nunca he estado al frente de. Personas a las que aprecio mucho me están dando un voto de confianza que valoro mucho. Espero estar a la altura.

¿Qué sueños tiene, qué afanes, qué le gustaría lograr?

Estoy preparándolo todo con la ilusión de ese niño de doce años que entró por primera vez. Me gustaría poder contagiársela a muchos y muchas, y que crezca no solo el público sino también el equipo de organización. Ninguno somos eruditos del cine y en el festival como en la cartelera, hay espacio para todos los gustos y edades. Este año hemos puesto en marcha la iniciativa Ven, desconecta y disfruta. Quiero que el público entienda la programación como una oportunidad para dejar durante una o dos horas el móvil y los quehaceres diarios, que tengan una cita con ellos mismos y salgan con la sensación de haber ganado tiempo y no de perderlo. Además, quiero potenciar las actividades con los escolares, atraer a más público de la comarca y que en la programación haya espacio también para la literatura y otras disciplinas artísticas.

¿Qué les diría a sus paisanos, a los más incrédulos o escépticos? ¿Es de verdad La Almunia, tierra de cine?

Sí, porque hay gente de toda España y también de Latinoamérica que nos pone en el mapa gracias al festival y sus concursos de cortos y guiones. No puedo pedir a todo el mundo que viva el cine y el festival con la misma pasión que yo, pero sí que lo valore como lo que es: un grupo de vecinos trabajando para sus vecinos. Cualquier actividad que se haga en La Almunia es una forma más de hacer pueblo.

Recuérdenos tus tres o cinco películas favoritas y por qué...

‘Los girasoles ciegos’, de José Luis Cuerda. La vi de adolescente. Me impactó mucho. Me parece tremenda la escena final de Maribel Verdú. ‘El verdugo’, de Berlanga. Todo en ella es tan poderoso y, al mismo tiempo, tan sencillo y sutil… Pertenece a una época llena de talento y compromiso. Más reciente, ‘20.000 especies de abejas’, de Estibaliz Urresola, porque empatizo cien por cien con la confusión de su protagonista, su sentimiento de no encajar en los moldes de la sociedad. ‘No sé decir adiós’, de Lino Escalera, con Juan Diego, Nathalie Poza y Lola Dueñas. Me encantan las películas que saben captar la verdad de una familia y esta es una de ellas. ‘Revolutionary Road’, de Sam Mendes. Es la cinta en la que la dupla Leonardo DiCaprio-Kate Winslet se reencontraron como protagonista después de ‘Titanic’. Me parece brutal el retrato que hace del matrimonio y cómo arrastran sus sueños de juventud frustrados.

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